Después de las exitosas primeras entregas de “Jungla de cristal” (“Die hard”; 1988), estaba claro que algún día se iba a rodar una nueva película sobre el intrépido McClane. Con el regreso del director John McTiernan, todo hacía presagiar que, aunque no se alcanzasen los notables niveles de calidad del título original, al menos se mantendrían. Sin embargo, la rapidez con la que se anunció “Jungla de cristal: La venganza” (“Die dard: with a vengeance”; 1995), pronto se tornó en larga espera. Los problemas llegaron con un argumento que se desarrollaba en un enorme trasantlántico (Steven Seagal, con “Alerta máxima”, hizo que los responsables de la cinta desecharan un argumento que el público no aceptaría por repetitivo). Asimismo, se dejó de lado la magnífica idea que luego se plasmó en “Speed” (por suerte para mis idolatrados Mark Mancina y Jan de Bont). Semejantes vicisitudes provocaron que se demorara una de las producciones de Hollywood más esperadas y que al final se nos presentara la típica historia de un carismático héroe que lucha contra un villano con personalidad.
La acción de “Jungla de cristal: La venganza” no es continua y se adereza con elementos de intriga. Al respecto, se introducen pasajes bastante creíbles dentro de situaciones increíbles, tal y como sucede con el robo realizado por Simon (Jeremy Irons). No obstante, hubiera sido más deseable que éste no imitase tanto a su hermano (al final, todo se basa en el dinero). Como decía anteriormente, John McTiernan repite como director y lo hace de una forma un tanto irregular (un fallo ya visto en “El último gran héroe”). Existen errores evidentes que se podrían subsanar de manera fácil, caso del agua que no arrastra a McClane en la desaprovechada escena del túnel o de la caída desde una gran altura de Bruce Willis y Samuel L. Jackson sobre una superficie dura (saliendo completamente ilesos). Sin embargo, sí se nota su artesanía en momentos de tensión (la evacuación del colegio).
Respecto al reparto, Bruce Willis cumple con su cometido, mientras que Samuel L. Jackson hace lo que puede con un personaje tan extravagante como Zeus, “atormentado” por un racismo que él mismo practica. Más convincente se muestra Jeremy Irons, tanto por su actuación como por el desarrollo de su personaje (y ello a pesar de que en ningún momento nos hace olvidar al gran Alan Rickman de “Jungla de cristal”). Desde luego, resulta un mejor villano que el de otros largometrajes de similar envergadura. Respecto a los intérpretes secundarios, sorprende el hecho de que todos ellos parezcan “tipos normales” sacados de las habituales series ambientadas en Nueva York (los movimientos de cámara que aparecen en algunos momentos, como en los diálogos, son muy parecidos a los utilizados en “Policías de Nueva York”). De la banda sonora instrumental sólo puedo comentar que me ha decepcionado, pues Michael Kamen acude a la referencia musical de la primera parte (ideal para ambientes claustrofóbicos pero no para toda una ciudad). Además, la acompaña de una conocida marcha militar.