Crítica de la película "Crudo"
Nunca he tenido una relación demasiado destacable con el cine francés. Hay películas que me parecen sublimes, pero a nivel general suelo ser cuidadoso antes de ver una película de ahí. Sobre todo desde que vi "Martyrs". Porque esa película me enseñó que, si quieren, los franceses pueden ser mucho peores que los mismísimos nipones, los grandes reyes de lo perturbador. Y cuando oí hablar acerca de "Crudo" (o "Grave", como es su título original), se me encendió una alerta de peligro. Sin embargo, algo me atraía hacia ella.
Nunca llegué a ver el tráiler, con el teaser me bastó para que me entrara dentro un gusanito que me carcomía constantemente, haciendo crecer mi deseo por verla. Un día, decidí que era el momento. Una intrigante e impactante introducción me sacó una sonrisa y entonces lo supe. Supe dónde me había metido y me alegré por estar a punto de pasar una perturbadora y descarnada hora y media de dulce agonía.
Si lo que esperas ver es terror al uso o gore por el placer de la sangre, esta no es tu película. Porque lo que te encontrarás no será tan divertido como unos sustos fáciles o a borbotones de violencia y sangre. Cada gota de sangre te dolerá en el fondo del alma, cada mirada te dará escalofríos, cada plano te arrancará toda comodidad que puedas tener sentado en tu butaca, consiguiendo crear alrededor de ti una atmósfera tan malsana que te forzará a evitar todo contacto visual directo con la película y lo que sucede en ella.
Bebe directamente de varias fuentes, consiguiendo crear una fusión demasiado bien llevada de Michael Haneke y Dario Argento. Y creo que no hace falta decir que eso no puede ser nada bueno. Lo mejor de todo es su progresión. Su lenta y cruel progresión. Y cuando empieza, entras en shock. En una sola escena, consigue transmitir una mezcla tan agresiva de sensaciones y pensamientos que el caos se apropia de tu cabeza. Y, sencillamente, te quedas paralizado. Porque la banda sonora es absolutamente despiadada.
Una vez ha empezado, ya no hay vuelta atrás. Sabes que acabas de entrar en un mundo en el que preferirías no haber entrado, pero hay un morbo dentro de ti que te obliga a seguir mirando. Y con un extraño y culpable placer. Escena tras escena, te vas quedando más y más perplejo, sufriendo cada vez más, viéndote a ti mismo arrastrado más allá de toda moralidad y todo juicio, sencillamente permitiendo que las imágenes te atormenten. El problema es que es un tormento tan bellamente creado y tan técnicamente perfecto, que lo disfrutas.
Entonces es cuando se acerca el final y miles de dudas crecen en ti. Y entonces es cuando la película acaba. Y si se me permite la comparación, acaba con una violencia audiovisual que solamente había visto en directores como Kubrick o Haneke. Esa combinación te atonta todavía más de lo que te ha atontado el contenido de por sí, dejándote clavado en el asiento con una sonrisa tonta dibujada en los labios. Y sabes que la experiencia que acabas de vivir jamás se volverá a repetir.
Crítica cortesía de Mundocinefilo.com
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