Los relativos fracasos de Timothy Dalton como James Bond en "007: Alta tensión" y "Licencia para matar", provocaron que los seguidores de esta franquicia tuvieran que aguardar seis años para ver las nuevas aventuras de este agente secreto británico. Los responsables de la saga decidieron que, al igual que sucedió hace poco con "Casino Royale", ésta se renovara, algo que hicieron con "GoldenEye". En este filme, el cambio de actor protagonista no resultó especialmente traumático, puesto que el nombre de Pierce Brosnan ya se había mencionado en anteriores ocasiones para encarnar a 007 (su contrato con los productores de la serie "Remington Steele" le impidió sustituir en su día a Roger Moore).
Una vez que el público aceptó la presencia de Brosnan, había que encontrar un argumento convincente para que James Bond pudiera vivir nuevas andanzas tras el fin de la Guerra Fría. Al respecto,
Michael France,
Jeffrey Caine y
Bruce Feirstein no es que se esforzaran demasiado a la hora de elaborar el libreto, puesto que incluso por aquel entonces ya estaba muy visto el hecho de recurrir a traidores que clamaran venganza a cambio de dinero. Pero no nos engañemos,
lo que se esperaba de esta película era que ofreciera un buen puñado de escenas de acción en las que se mezclaran con habilidad los avances en los efectos especiales de la época con los clásicos y espectaculares pasajes en los que los especialistas cobraban un singular protagonismo. Curiosamente, estos últimos siguen siendo los más vistosos de
"GoldenEye" (el salto de la presa, la caída en la moto o el tanque de San Petersburgo, por ejemplo). También resultan un acierto la chica Bond
Izabella Scorrupco (cuya carrera luego se quedó en nada), la recuperación de Q y que,
en líneas generales, la película mantiene entretenido al espectador. Respecto a la dirección de
Martin Campbell, me parece simplemente correcta y a ratos discreta.
Crítica revisada de un texto originalmente escrito el 24-6-1996
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