Crítica de la cuarta temporada de "Revenge"

Si el argumento de una serie como "Revenge" está basado única y exclusivamente en la venganza de Emily Thorne (Emily VanCamp), una hija que fue albergando odio hacia la familia Grayson, está claro que poco futuro puede tener. Bien es cierto que su primera temporada sí me resultó interesante. Emily intentaba adentrarse en el mundo de los Grayson, los mismos que fueron dejando pistas falsas para que su querido padre David Clarke (James Tupper) fuera declarado culpable de un atentado terrorista, con su posterior encarcelación y, finalmente, asesinato en prisión. Todo ello para borrar cualquier vínculo con los verdaderos autores de la masacre, la perversa y poderosa saga familiar que tanto dolor le causó desde su tierna infancia, y con la que años después tendría que intentar congeniar para llevar a cabo su macabro plan.
Hasta ahí puedes captar el interés de la audiencia, pero cuando ya te has vengado de todos los causantes del sufrimiento de un padre inocente, ya no hay por dónde tirar. Es alargar el mismo tema, repitiendo las mismas acciones una y otra vez con los diferentes protagonistas que se van incorporando y desapareciendo sin ton ni son. Por tanto, cuando se llega a la cuarta temporada, la única ocurrencia posible es resucitar al muerto.
Sin embargo, ni con esas se consigue recuperar el interés de una serie que ya lo perdió hace mucho tiempo. Para colmo, los nuevos personajes que incorporan esta temporada son más que flojos (por no decir absurdos). De hecho, algunos apenas duran tres o cuatro episodios, y, al igual que los protagonistas, sufren cambios continuos de opinión y de personalidad. Pasando del amor al odio en pocos minutos, o de querer hacer el bien a ser tremendamente perversos con la misma facilidad y rapidez... Un factor que, personalmente, no soporto en una serie, y menos con tanta frecuencia.
Como espectadora me queda una impresión de improvisación en la trama de cada capítulo, estirándolo como se pueda para así conseguir llegar al último y poner un punto y final que ya era necesario, como mucho, en la segunda temporada.
Es una pena que el talento de actrices como Emily VanCamp y Madeleine Stowe se desperdicie de esta manera. Habría que reflexionar sobre la duración de la series, ¿es mejor seguir el tradicional formato de 22 ó 23 capítulos o reducirlo a la mitad con unas tramas más pensadas y coherentes? En mi humilde opinión, me quedo con la segunda opción.
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