Crítica de la primera temporada de "Bates Motel"

El título de "Bates Motel" ya lo dice todo para cualquier buen cinéfilo que se precie. Me refiero, como ya habrán intuido los lectores menos jóvenes, al gran clásico “Psicosis”, dirigido magistralmente por Alfred Hitchcock y en el que su protagonista, Norman Bates, mantiene una peculiar y compleja relación con su madre. Ahora, dicho personaje es llevado a la pequeña pantalla para mostrarnos el origen y la evolución de su personalidad, partiendo desde su adolescencia, justo cuando madre e hijo se trasladan a un pueblo con la idea de abrir un hotel con el que puedan comenzar una nueva vida.
El punto fuerte de la serie es el haber apostado por realizar una recreación prácticamente perfecta del hotel original de la película, tanto de sus exteriores como de los interiores. Con ello ya se consigue que el espectador se meta de lleno en ese ambiente entre angustioso, agobiante y tétrico que sólo un director como Hitchcock podía plasmar ante las cámaras. Algo que, para una serie, es un filón donde desarrollar cualquier trama. Si no caemos en la tentación de realizar comparaciones con el producto original, el resultado de este proyecto puede tener una gran respuesta por parte del público, ya que puede enganchar tanto a adultos que vivieron el boom de la cinta de los 60, como a adolescentes que se vean absorbidos por el tenebroso “Hotel Bates” y sus misteriosos dueños.
El otro gran acierto ha sido la elección de su protagonista: Freddie Highmore. Para mí, su interpretación roza la perfección. El joven actor imita los inquietantes gestos y forma de andar del Norman Bates que catapultó a la fama a Anthony Perkins. La capacidad para meterse en su personaje es espectacular, logrando que, sin mediar palabra, logremos sentir lo que pasa por la mente del adolescente.
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