Michael Bay ya no sabe lo que hacer para llamar la atención. Tras apabullarnos con los pasajes de la autopista de “Transformers”, viajar por medio mundo en “Transformers: La venganza de los caídos” y destruir la ciudad de Chicago en “Transformers: El lado oscuro de la Luna”, ahora repite unas fórmulas que ya están agotadas en “Transformers: La era de la extinción”. Después de todo lo que le ha mostrado al espectador en anteriores entregas de la saga, ¿qué le puede ofrecer para mantenerlo con la boca abierta? ¿Una buena historia? Pues no, el cineasta sigue empecinado en demostrarnos que la trama es lo de menos y que lo que en verdad busca el público es disfrutar con un buen puñado de colosales peleas y estragos por doquier. Pues lo siento, pero me temo que esta vez no engañará ni a sus más acérrimos seguidores…
Los pasajes de humor que no hacen gracia (aunque no son tan sonrojantes como en anteriores entregas de la saga), los elementos dramáticos en los que se utiliza una ridícula cámara lenta, su duración excesiva y el nulo carisma del reparto tampoco contribuyen a que disfrutemos con la película. Respecto a esto último, Mark Wahlberg le pone algo de entusiasmo al asunto, pero Nicola Peltz y, sobre todo, Jack Reynor parecen dos témpanos de hielo. Stanley Tucci disfruta con su histrionismo, mientras que Kelsey Grammer se limita a poner cara de malo. El problema es que la falta de personalidad de los humanos parece haberse contagiado a los Transformers, incluyendo aquí al mismísimo Optimus Prime (otros, como Lockdown y Galvatrón, están completamente desaprovechados). Y sí, los efectos especiales de “Transformers: La era de la extinción” lucen muy bien, pero no hay nada nuevo en ellos. En fin, nos hallamos ante una franquicia que precisa descansar durante un buen tiempo o que otro realizador tome las riendas de la misma. Porque, seamos francos, el planeta Tierra se le ha quedado pequeño a Michael Bay…