“Forrest Gump” es una de esas producciones que ofrece mucho más de lo que simplemente vemos en sus imágenes. De hecho, toma a una persona como excusa para reflejar la realidad social de una determinada época de los Estados Unidos. Y es que Robert Zemeckis nos muestra en esta comedia dramática ciertos años que han marcado a dicha nación (con Vietnam, una vez más, como punto de referencia obligado). Asimismo, se nos cuenta la historia de un muchacho que ha vivido diversas experiencias durante ese tiempo. Ese “tonto” que se utiliza como protagonista de la historia puede ser cualquiera, pues, según queda claro en la pantalla, las ideas más nimias terminan transformándose en arrolladores éxitos dentro de una sociedad. La pluma que vuela al comienzo y al final de la película es un mágico reflejo de nuestro devenir.
Zemeckis ha estructurado la película de una manera viva y efectista, de tal modo que cuando nos estamos riendo de una ocurrencia de Forrest, surge otra casi de inmediato. Esta es la mejor obra de un director con talento que ya nos demostró su conocimiento del cine en anteriores largometrajes (desde la saga “Regreso al futuro” hasta la original “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”). Y un actor estupendo, que combina drama y comedia a la perfección, es Tom Hanks. ¿Quién iba a decirnos que aquel comediante que a todos nos caía simpático iba a ganar dos Oscar seguidos, emulando así la hazaña de Spencer Tracy? Algunos sabíamos que era un gran intérprete (siempre me gustó su labor en “Esta casa es una ruina” o “Big”), pero es grato comprobar cómo otros también se percatan de ello. Algunos dicen que hacer de tonto es fácil, y es algo en lo que en parte podría estar de acuerdo, pero lo cierto es que Hanks borda su papel. Del resto del reparto cabe elogiar el trabajo de Sally Field y, especialmente, el de Robin Wright (algo olvidada tras “La princesa prometida”, su primera gran incursión en la gran pantalla).
Como dije anteriormente, el guión de Eric Roth se merece el calificativo de estupendo, y eso que se basa en una novela que no es nada del otro mundo. Los efectos especiales nos adelantan lo que en un futuro podremos disfrutar. Me refiero a los trucos visuales que pasan un tanto desapercibidos, tal y como sucede con las explosiones en Vietnam, las pelotas de ping-pong o las piernas mutiladas. No obstante, aún habrá que esperar un poco para alcanzar la perfección absoluta al encajar personajes famosos y actores en una misma escena (la superposición de Tom Hanks con John Lennon “canta” un poquito). Por último, no quisiera olvidarme de la maravillosa banda sonora de Alan Silvestri (injustamente no galardonado por la Academia). Su tema central es precioso, existiendo una variada selección de piezas musicales verdaderamente maravillosas.
Crítica revisada de un texto originalmente escrito el 2-11-1995