Crítica de "La mansión de los horrores": El guión de los horrores

William Castle, referente
del cine de serie B, dirigió esta película de terror en la que un millonario,
con el pretexto de complacer y divertir a su caprichosa esposa, alquila una
casa, de la que se dice que alberga los espíritus de las víctimas de asesinatos
acontecidos en ella, para que allí tenga lugar una velada de lo más
extravagante: si los invitados consiguen sobrevivir hasta la mañana siguiente,
cada uno recibirá una gran suma de dinero. Bastantes cinéfilos consideran a "La mansión de los horrores" como un
clásico del género, opinión a la que me opongo radicalmente después de haberla
visto.
La introducción consigue
despertar el interés del espectador y constituye a priori un firme cimiento para edificar una buena película; estructura,
sin embargo, que se irá carcomiendo progresivamente para acabar en ruinas a causa
de un guión infame y destructivo que actuará a modo de termes y de bola de
demolición. Pero vayamos a resaltar los aspectos positivos de la película antes
de entrar en el desastre. Éstos son ya presentes en la parte introductoria, con
una banda sonora cuyo tema principal queda grabado en la memoria y un más que
competente reparto en el que sobresalen Vincent Price, tan prolífico en este
tipo de producciones, y la sensual Carol Ohmart como su indócil esposa. También
son de agradecer los giros argumentales y los finales inesperados, pero nunca
que sean en detrimento de una historia mínimamente coherente y bien escrita,
que es lo que sucede en “La mansión de los horrores".
Pero es ya en la presentación
de los personajes (algo que, a mi juicio, es siempre necesario para empatizar con ellos), cuando aparecen los agujeros de guión, o continuando con el símil
del sector inmobiliario, grietas en la construcción narrativa. Y surgen las
primeras preguntas: ¿cómo es posible que el huésped sea conocedor de la
precariedad económica de sus convocados cuando estos mismos dicen que nunca lo
han visto? Uno piensa que lo más probable es que han sido investigados
minuciosamente junto a otros “candidatos”, con la dilatación temporal que esto
supone; algo forzado pero se acepta, apenas molesta. ¿Por qué el propietario de
la casa, consciente del mal que ésta entraña, vuelve a exponerse a los
fantasmas que tanto teme y a los que milagrosamente sobrevivió en la única noche
que osó pasar entre esas cuatro paredes? Interrogante, éste, planteado por el
propio narrador y del que no obtendremos respuesta. ¿La cuestión pecuniaria?
Muestra nulo interés en ello. ¿Naturaleza noble y valiente? Su conducta dista
de ello, aunque es verdad que protagoniza un instante altruista. En fin, no
queda más remedio que suponer y conjeturar; es lo que tienen los agujeros de
guión.
Más fastidioso es cuando de la hipótesis se pasa a la improbabilidad, lo
que parece confirmar que lo de antes no eran sino incipientes indicios de dejadez
por parte del guionista (Robb White) más que una manera de “atajar” el ritmo
narrativo. La película pasa entonces a jugar entre lo real y lo sobrenatural, pero
no en aras de un relato inteligente como en “Los otros”; es, simplemente, que
ya no se sabe por dónde tirar, resultando en situaciones ridículas que se
concentran en el rol que tiene el matrimonio de caseros en la historia. No se
explica nada, ni falta que hace. Aquí ya se ha tirado una pared maestra. El
golpe definitivo viene en forma de error de guión clamoroso (puesto que todas
las salidas de la casa estaban bloqueadas) con la patética escena de la aparición
en la ventana, un plan conspiratorio que depende de tantas eventualidades y
puntualidades que no se aguanta por ningún lado y un final grotesco que
únicamente es congruente con el despropósito de todo lo anterior. Todo esto con
el añadido, por si no había bastante, de que, a excepción del momento en que la
anciana ciega hace ademán de atacar a la joven gritona, no se logra el objetivo
primordial de hacer pasar miedo. Y encima sirvió de inspiración para el igualmente vergonzoso remake de 1999. Recojan los restos.
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Resumen de la crítica de "La mansión de los horrores"
Subproducto que parece haber sido escrito por un alumno de primaria.
Un guión tan infumable que demuele toda la película y llega incluso a sepultar bajo
escombros los elementos rescatables.
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