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Crítica de "Lo que de verdad importa"

Crítica de "Lo que de verdad importa"

En "Lo que de verdad importa", las circunstancias de la vida han llevado a Alec (Oliver Jackson-Cohen) a tomar decisiones equivocadas cuyas consecuencias empiezan a hacerse prácticamente insostenibles. La peor de ellas es haber pedido un préstamo a bandas indeseables que ya comienzan a reclamar su dinero ejerciendo la violencia.

Justo en ese peligroso momento, Alec recibe la visita de un tío al que no conocía y que le hace una sorprendente propuesta: pagará todas sus deudas con la condición de que se traslade a vivir a Nueva Escocia (Canadá) al día siguiente, y que permanezca allí durante 365 días, ni uno menos. Una proposición que el joven se ve obligado a aceptar, dejando así su caótica y vacía vida en Inglaterra para iniciar una nueva en Lunenburg, un pequeño pueblo donde no conoce a nadie y en el cual le empiezan a suceder cosas un tanto surrealistas.

Lo más probable es que el interés que nos impulsó a ver esta película no sea su argumento, sino el objetivo de su realización: recaudar dinero para ayudar a niños enfermos de cáncer. Ahora bien, una vez visionado el film, te das cuenta de que una temática de esta índole (actualmente políticamente incorrecta) es más que necesaria en una sociedad como la nuestra, donde prima la búsqueda de la felicidad en cosas que, nunca mejor dicho, no son lo que realmente importan y, por tanto, no llenarán realmente nuestras vidas.

"Lo que de verdad importa", una película atacada por la crítica

Estoy prácticamente convencida de que si los beneficios de "Lo que la verdad importa" no fueran destinados íntegramente a fines benéficos, la inmensa mayoría de los críticos de nuestro país habrían sido aún más duros a la hora de valorarla.

Por otra parte, también considero que los medios de comunicación ni siquiera habrían dedicado ni un minuto a su estreno, con lo cual su mensaje políticamente incorrecto no habría llegado a tantos espectadores. Pienso que Paco Arango ha sabido prever y manejar dicha reacción con gran habilidad (rodearse de rostros muy conocidos y con tirón el día del estreno, utilizar con maestría las redes sociales para su promoción...), y así, además de ayudar a la lucha contra el cáncer infantil, poder llevar a más espectadores un mensaje que, al menos en algún momento del visionado, logre tocar su vena sensible, haciéndole reflexionar, aunque sea tan sólo durante unos instantes, sobre aspectos de nuestra vida que de otra forma no habríamos llegado a realizar.

Si nos restringimos a la calidad cinematográfica de "Lo que la verdad importa", está claro que habría cosas que mejorar. Si esta idea fuera llevada a escena por un director consagrado (con esto no quiero quitar méritos a Paco Arango), el resultado sería mucho más impactante. Pero, teniendo en cuenta el limitado presupuesto con el que se contaba, tampoco podemos pedirle mucho más.

El film está claramente diferenciado en dos partes. La primera de carácter más cómico, y la segunda, con la introducción en escena de una niña enferma de cáncer, se centra más en reflejar la importancia de mantener campamentos donde los infantes puedan dejar a un lado la enfermedad y disfrutar de las cosas cotidianas que cualquier niño sano tiene a su alcance. Sin duda, Paul Newman estaría orgulloso de que su legado reciba este gran impulso para su fundación, donde estos pequeños enfermos puedan atesorar recuerdos felices de su infancia.

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