Personalmente, "Need for speed" me parece una auténtica decepción. Su guión es paupérrimo, encontrándonos con un metraje inflado hasta la extenuación. Esto es algo de lo que el espectador enseguida se percata cuando observa su prólogo, el mismo que sienta las bases para que Tobey Marshall, el protagonista de la historia, quiera vengarse de Dino (su antagonista). El problema es que el núcleo de la cinta se sostiene en el viaje que realiza el citado personaje desde Nueva York hasta Los Ángeles. ¿Su propósito? Participar en una carrera que, si la gana, le servirá para humillar a su rival. Ya está, ese es el argumento del filme. En lugar de agilizar el asunto, los responsables de esta adaptación prefieren dilatarlo, aunque sea introduciendo pasajes sin ningún interés que lo único que provocan es el aburrimiento del público.
Por supuesto, tampoco ayuda que los elementos dramáticos del relato resulten tan manidos y previsibles, por no mencionar que los cómicos son sencillamente nefastos. ¿Qué salvaría, pues, de "Need for speed"? La realización de Scott Waugh. Las pocas escenas de acción que observamos están bien resueltas, y en todo momento nos enteramos de lo que acontece en la pantalla. Me gusta el uso que hace de la cámara subjetiva y los guiños que lanza al juego. Por otro lado, y a pesar de la escasa profundidad de su personaje, Aaron Paul se muestra convincente a la hora de interpretarlo (lo que tal vez signifique que su buen hacer en "Breaking bad" no se debía únicamente al material con el que trabajaba). La labor de Dominic Cooper e Imogen Poots la calificaría de correcta, mientras que Michael Keaton, quien aparece poco, sólo se dedica a sobreactuar. En fin, "Need for speed" carece de la velocidad que se presume en su título. Y eso, creedme, lo único que genera es indiferencia.