Capítulo 1: La llegada

El manto de la noche aún envolvía a la madrugada, presente en la isla de Keontia. No obstante, la negrura se veía apaciguada por la fulgurante luz de las dos lunas del planeta Tuilán. Una, Bwressell, la más pequeña y de tono rojizo, se perdía sobre las alturas del mar que se extendía más allá del islote. La otra, Ardel, iluminaba con fuerza a la capital de aquella tierra, una ciudad llamada Keón que se expandía al lado de una gran meseta de verdes prados y amplios bosques.

Y era allí, en aquel idílico lugar, donde ahora se encontraba Kaeser. De aspecto vivaracho (aunque en sus ojos se asomaba una profunda tristeza), el muchacho estaba sentado sobre una pequeña roca mientras contemplaba enmudecido a su compañera, la oscuridad. Con fuertes vestimentas, dispuestas para combatir el frío, Kaeser era un campesino de Keontia que todas las madrugadas ascendía a la meseta para que su rebaño de eveolones pastara las mejores hierbas. Aunque a él no le gustaba su trabajo (tan sólo seguía una tradición familiar heredada de unos padres ya fallecidos), por lo menos sabía que su futuro estaba garantizado, algo que no les sucedía a todos los jóvenes de su edad.

Había sacrificado muchas cosas, casi todas relacionadas con el ocio y los estudios, pero su ocupación también le había servido para madurar precozmente y para conocerse a sí mismo gracias a los pensamientos que siempre brotan de la soledad. Unas veces recordaba a los suyos, a aquellos que le habían educado desde niño. Jamás los volvería a ver... ¿Dónde estaban? ¿Adónde se habían ido? Los había perdido para siempre; la enfermedad y la guerra se los habían arrebatado... Pero no, no deseaba empapar a las tinieblas con recuerdos de profunda amargura. Tenía que seguir viviendo, tenía que olvidar...

Todas las inquietudes que iban surgiendo en su mente eran los reflejos de una personalidad inquieta, conformista e inconformista a la vez, generando así una extraña paradoja en su carácter. Era lo primero porque no se atrevía a buscar una meta distinta a lo que ahora poseía, a pesar de que la anhelaba; era lo segundo porque no aceptaba explicaciones vagas y confusas, sabía que existía algo más, algo de lo que, por desgracia, nunca tendría conocimiento. De cualquier manera, no eran más que divagaciones que le servían para pasar una noche fría, otra más...

Kaeser acarició a un eveolón negro que se le acercó. Parecían sentir una simpatía mutua. La piel de ese animal, diferente a la del resto de los que conformaban la manada y demasiado parecida a la de otras criaturas que proliferaban en el planeta, era motivo suficiente como para sacrificarlo, sirviendo únicamente su cuerpo para el alimento de unos pocos. Pero Kaeser le tenía un sincero aprecio y no le importaba su escaso valor en el mercado. A él eso le daba igual. Era un sentimiento distinto el que le unía a ese eveolón. Lo quería vivo y junto a él.

"Sylel": Kaeser con el eveolón Netei
Kaeser acaricia al eveolón Netei mientras contempla las dos lunas que brillan sobre la ciudad de Keón. Ilustración de Alejandro Alés.

La madrugada. El cielo comenzaba a hacerse más claro. Pronto Lávar, el sol de Tuilán, saldría de entre las aguas. Otro día más. Igual al anterior...

–¿Y qué habrá allí, Netei? –Kaeser, señalando a una estrella, parecía hablar con el animal de color negro. Los otros eveolones se encontraban pastando algo más lejos–. ¿Qué esconde esa muralla hasta ahora infranqueable?

Netei se alejó y comenzó a pastar.

–Supongo que a otro campesino, como yo –Kaeser se levantó y lanzó un suspiro–. Es hora de regresar. –Y el pastor produjo un extraño silbido con su boca.

Los eveolones no le hicieron caso. Tampoco comían, sólo mantenían sus cabezas erguidas, atentos a un sonido que Kaeser no escuchaba. Los animales, cuya larga y fina melena cubría todo su cuerpo, dejaron asomar sus puntiagudas orejas por entre su cabellera.

–¡Vamos! –Kaeser se acercó a ellos, recogiendo una vara que tenía al lado de la roca–. ¿Tampoco tú me obedeces, Netei?

Kaeser emitió otro silbido, pero los animales seguían inmóviles, sin hacer caso a su criador. De repente, comenzaron a correr hacia el camino de bajada, como si un temible depredador se estuviera aproximando.

–Pero, ¿qué os pasa? –se enfureció Kaeser–. Netei, ven...

Kaeser no terminó su frase. Boquiabierto, notó cómo algo que surgía del otro lado de la meseta le sobrevolaba, a baja altura y con una velocidad pasmosa. Enseguida comprobó que se trataba de una aeronave. Finalmente, y con un estruendoso ruido, el aparato golpeó con su parte baja la llanada, arrancando varios trozos de tierra a su paso para después deslizarse velozmente hacia el bosque, donde a su paso derribó varios árboles que le sirvieron a su vez de freno.

El pastor, asombrado por lo que había visto, no sabía qué hacer. Netei se le acercó, y Kaeser comenzó a acariciarlo. Con eso no tranquilizaba al animal, sino a sí mismo. Uno de los costados de la nave comenzó a arder. Su estructura estaba dañada, y no sólo por el golpe; algo le había disparado, o algo había impactado en ella. Y además, ¿qué extraño modelo era ese? Nunca lo había visto. Entonces sintió una extraña aureola sobre el bosque. Y, de improviso, otra aeronave surgió del cielo. También era pequeña, pero de aspecto piramidal y no en forma de ovoide, como la que ahora yacía entre el arboledo.

Kaeser empezó a notar una creciente debilidad en sus piernas. Tenía miedo… Súbitamente, el artefacto se elevó vertiginosamente y desapareció por entre las primeras nubes de la mañana. Kaeser, sudoroso, se dejó caer contra el suelo. Su respiración era agitada. Y oyó el sonido. Alzó la cabeza. Una portezuela se retiraba de la nave siniestrada. Y lo vio. Un pequeño ser, cubierto por una extraña vestimenta, de amplias mangas y perneras, con un casco que le tapaba la cara, se le acercaba, tambaleándose.

Sylel se aproxima a Kaeser
Sylel sale de su destrozada nave y se aproxima lentamente al campesino Kaeser. Ilustración de Alejandro Alés.

–No, ¡no! –gritó Kaeser.

El ser siguió avanzando; su caminar era dificultoso, pero se acercaba cada vez más hacia la posición del pastor.

–¡Aléjate! ¡Yo no quería que vinieras! ¡No de esta manera!

Cada vez estaba más cerca. Más cerca...

–¡Déjame! –Kaeser no podía ni moverse; estaba completamente horrorizado.

El extraño ser se detuvo. Respiraba con dificultad. Lentamente, extendió su mano hacia el tuilanés y le habló:

–RRaidereo. RRaideree te Creemea. –Hubo un momento de silencio–. Ayu... da... –dijo, y se desplomó.

Kaeser se tranquilizó un poco al comprobar que aquel ser parecía ya completamente inerte. Pero, ¿era cierto? ¿Estaba ante un extratuilanés? Había oído historias extrañas de otras gentes que afirmaban cosas que... ¡no, imposible! Las distancias eran insalvables. El Universo podía estar poblado de otras culturas inteligentes, como él creía, pero les resultaría imposible contactar unas con otras. Además, la última palabra de la criatura había sido pronunciada en el lenguaje universal de Tuilán. ¿Cómo un extratuilanés iba a conocer el idioma del planeta? Kaeser se mostraba ahora más excitado que temeroso.

Ilustración-dibujo de Sylel
Sylel, el protagonista de nuestra historia. Ilustración de Alejandro Alés.

¿Y si le quitaba el casco? ¿Y si observaba su rostro? A simple vista, el cuerpo del ser parecía el de un niño. ¿Y si sus facciones fueran distintas? Entonces, es que sería un... El pastor parecía decidido. Acercándose al piloto de la extraña aeronave, Kaeser comenzó a tocar su casco. Tenía que existir alguna forma de poder quitárselo. Tal vez si palpaba...

–¿Es suyo ese rebaño? –dijo alguien.

Kaeser se levantó sobresaltado. Respiró aliviado al ver que se trataba de un oficial de las Fuerzas Armadas de Keontia. Detrás, al lado de un deslizador que no había sentido llegar, esperaban otros dos militares.

–Sí, señor.

–Creo que debería ocuparse de los eveolones. Son unos animales muy preciados...

–Claro, pero...

–¿Vive en la granja de allá abajo? –preguntó el oficial.

Kaeser asintió. No quería problemas. Corriendo, fue hacia su rebaño.

Un soldado se acercó al oficial que había hablado con Kaeser:

–¿Cree que contará algo?

–¿Quién va a creer a un pobre campesino que vive alejado de la ciudad? No nos dará problemas, seguro.

–Pero, alguien ha podido ver todo esto. ¿Y si...?

Los militares observan a Sylel
Dos militares de Tuilán observan el cuerpo tendido de Sylel. Ilustración de Alejandro Alés.

El otro militar no hacía caso a su compañero. Maravillado, se arrodilló ante el ser que tenía delante.

–Los refuerzos vendrán enseguida, señor.

–¿Has avisado de que puede que necesitemos al equipo médico?

–Por supuesto. ¿Ese artefacto también...?

–Sí, nos lo llevaremos. Informaré al presidente Liathor.

–Pero, supongo que también tendremos que hablar con Nodeil, es...

–¿No conoces las normas? La competencia sobre estos asuntos recae en Liathor. Si él lo estima oportuno, avisará al resto de Mandatarios. ¿Acaso quieres que te juzguen por incumplimiento de tus deberes con la Ley de Tuilán? ¡Son ellos quienes redactan sus estúpidos artículos! Nosotros sólo las cumplimos. –El oficial guardó silencio–. Ahí llegan. Se sorprenderán al comprobar que ese aparato no es de este planeta.

Y otras dos aeronaves aparecieron a lo lejos.

SYLEL | NOVELA ONLINE | CAPÍTULO 2: LA SALA DE LA ASAMBLEA

  1. Ignotus dice:

    ¿Es tuya esta novela online, Joaquin?

    1. Sí, en efecto, Ignotus, la he escrito yo y la publicaré por entregas. En el segundo capítulo habrá muchísimas ilustraciones de personajes (con las ilustraciones me están ayudando; el dibujo no es lo mío XD). No sólo eso, sino que también habrá una banda sonora (que, por supuesto, tampoco estoy componiendo yo XD). Pero lo que es el libro, en efecto, es el primero que escribí y le tengo bastante cariño, así que decidí publicarlo de esta manera. Cuando ya esté todo online, lo editaré en Kindle y en formato físico a través de Amazon.

  2. Ignotus dice:

    Y tiene algun blog o pagina web el Alejandro Alés, que tenga sus ilustraciones?

    1. No, creo que no, pero ya le preguntaré. De todas maneras, el capítulo 2 estará repleto de ilustraciones a todo color con nuevos personajes y podrás apreciar mejor su trabajo.

  3. Alex dice:

    Me parece interesante el primer capítulo que acabo de leer. Las ilustraciones son hermosas. Siento que la historia va a estar muy bonita.
    ¡No puedo esperar! Quiero ver qué sigue :3

    1. Muchísimas gracias por tu comentario, Alex, y sobre todo por tus palabras. El segundo capítulo se publicó hoy mismo, aunque es algo más denso (a cambio, contiene un buen número de ilustraciones, para que el lector no se pierde con tanto nombre). Ojalá pueda publicar más capítulos por mes, pero el trabajo del ilustrador es muy importante y prefiero que vaya a su ritmo, sin darle prisas. Las ideas que tiene para el capítulo 3 son magníficas. Por otro lado, esta novela online también contará con una banda sonora 🙂

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