Ha muerto un gran actor que, por desgracia, quizás no ha recibido el reconocimiento que se merecía (al menos en cuanto a premios se refiere). Se trata de Christopher Lee, cuya imponente figura y fuerte voz se convirtieron en dos de los recursos que utilizó a lo largo de su carrera. El intérprete nació el 27 de mayo de 1922 y, según ha anunciado ahora la familia, feneció el pasado domingo a los 93 años de edad.
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Tras trabajar en un buen número de películas y series de televisión, la fama le llegó gracias a su papel en "Drácula" (1958), de Terence Fisher. Este personaje marcó su devenir profesional, interpretándolo en no pocos títulos. Algo parecido sucedería con Fu-Manchú. En los 70 consiguió otros papeles diferentes debido a su participación en "La vida privada de Sherlock Holmes" (1970), "Los tres mosqueteros" (1973) y "El hombre de la pistola de oro" (1974), donde se tuvo que enfrentar al mismísimo James Bond. Los espectadores más jóvenes lo conocerán gracias a varias películas de Tim Burton, empezando por "Sleepy Hollow" (1999). No obstante, principalmente lo recordarán por ser Saruman en las trilogías de "El Señor de los Anillos" y "El hobbit", o por ponerse en la piel del Conde Dooku en las precuelas de "Star Wars". Cabe destacar también su presencia en "La invención de Hugo" (2011), de Martin Scorsese. Lo mejor de todo es que ha trabajado hasta el final de sus días, lo que nos ha permitido disfrutar de su enorme talento. Descanse en paz.