Crítica de "Vampire Academy"
Otra saga literaria se queda sin posibilidades de transformarse en una franquicia cinematográfica de éxito. Hablo de "Vampire Academy", cuya adaptación a la gran pantalla es objeto de esta crítica. La película en cuestión ha recaudado poco más de 15 millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose en uno de los grandes fracasos de la taquilla de 2014. Reconozco que no he leído los libros de Richelle Mead en los que se basa, y, desde luego, espero que posean una mayor calidad que este largometraje. No obstante, su argumento no es que sea precisamente un dechado de virtudes, encontrándonos con una historia sobre vampiros ambientada en una academia (vamos, adolescentes en un instituto). Existen varias especies de estas criaturas, siendo una de ellas muy, muy mala. Esa es precisamente la que pone en peligro a Lissa, quien, por suerte, cuenta con la ayuda de su amiga Rose.
Y luego están los efectos especiales. Puede que la película no haya costado mucho, pero es que incluso son peores que los de, por ejemplo, la serie de televisión "Érase una vez". En este último caso es algo comprensible, dadas las premuras con las que se trabaja en la pequeña pantalla y las limitaciones presupuestarias, pero es algo que no se puede disculpar en un título como "Vampire Academy" (donde, en teoría, sus creadores querían sentar las bases de una franquicia). Buena prueba de lo que digo se halla en la aparición de los perros digitales. ¡Menudo esperpento! Y no nos olvidemos de los intérpretes, donde sólo salvaría a la jovencísima Zoey Deutch. El ruso Danila Kozlovsky carece de expresividad, mientras que Gabriel Byrne actúa por inercia. Respecto a Olga Kurylenko y Joely Richardson, apenas tienen relevancia en el filme. Vamos, que para esto... ¡hasta prefiero la ñoñerías románticas de la saga "Crepúsculo"!
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