Crítica de la película "Anacleto: Agente secreto"
[dropcap]N[/dropcap]o me entusiasmó "3 bodas de más", la anterior película del director Javier Ruiz Caldera. El filme tan pronto acumulaba varios gags en una escena como luego nos dejaba un buen rato sin chistes con los que reírnos. Es por ello que no esperaba absolutamente nada de "Anacleto: Agente secreto", sobre todo si tenemos en cuenta lo particulares que están resultando las adaptaciones cinematográficas de los clásicos tebeos españoles que se han estrenado en los últimos años (a los distintos largometrajes de "Mortadelo y Filemón" y a "Zipi y Zape y el Club de la Canica" me remito).
Aunque "Anacleto: Agente secreto" tiene algunos guiños a la historieta original, no es una traslación especialmente fiel de la obra de Manuel Vázquez Gallego. Aquí nos encontramos con un espía entrado en años que ha de volver a capturar a su peor enemigo, que se ha escapado de su cautiverio. El problema es que el protagonista del relato tiene un hijo llamado Adolfo, un treintañero que no se lleva muy bien con su padre y con el que el villano de turno quiere acabar para de esta manera vengarse de Anacleto. Como no podía ser de otra manera, juntos tendrán que enfrentarse a este letal enemigo, uniéndose en su aventura otros personajes (la novia y el mejor amigo de Adolfo).
"Anacleto: Agente secreto", risas mezcladas con acción
Una de las cosas que más me ha sorprendido de "Anacleto: Agente secreto" es su magnífico ritmo. El director y los guionistas han sabido aunar comedia y acción en una película que posee la duración perfecta. Los gags son divertidos e incluyen no pocas situaciones surrealistas, y aunque algunos funcionan mejor que otros (el momento de la cena familiar y el suero de la verdad es delirante, con unos diálogos magníficos y unas fabulosas interpretaciones), creo que se puede decir que, en su conjunto, la cinta aguanta el tipo.
Por supuesto que no pasará a la Historia y que se olvida tras su trepidante visionado, pero al menos logra mantener entretenido al espectador y, sobre todo, supone la confirmación de que el cine español por fin se ha percatado de cuáles son los gustos de su público (ah, y no se recurre a la vulgaridad para conseguir la risa fácil del respetable). Lástima que a veces falte presupuesto para competir con Hollywood, porque, aunque los efectos especiales son estupendos (no faltan tiros, peleas, sangre y explosiones), se nota que no hay dinero para, por ejemplo, construir un clímax con una mayor espectacularidad.
¿Y qué hay del reparto? Lo primero de todo, señalar la excelente química que existe entre Imanol Arias y Quim Gutiérrez. También destacaría el buen hacer de Alexandra Jiménez y la corrección de Berto Romero, por no mencionar las gratas apariciones de Rossy de Palma y de Emilio Gutiérrez Caba. Sin embargo, el que no termina de convencerme es Carlos Areces, que da vida al perverso Vázquez. Algo falla en su actuación y en la forma en la que está concebido el personaje, convirtiéndose en una de las pocas decepciones de la simpática "Anacleto: Agente secreto".
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