Crítica de "Pacific Rim: Insurrección"
En un principio daba la impresión de que "Pacific Rim" no iba a recuperar el dinero que se invirtió en ella. En los Estados Unidos rebasó por muy poquito los 100 millones de dólares, funcionando un poco mejor en Europa y, sobre todo, en el continente asiático.
Países como Rusia, Corea del Sur y Japón contribuyeron a maquillar sus resultados, si bien el mercado donde mejor funcionó fue el chino. De los 411 millones de dólares que recaudó en todo el mundo, 111.9 millones pertenecen a este territorio.
No es de extrañar que su secuela, "Pacific Rim: Insurrección", tenga un mayor componente asiático en su producción y, por tanto, en las localizaciones, la trama y el reparto.
"Pacific Rim: Insurrección", ¿inferior a la película original?
Aunque más que correcta, no soy de los que opinan que "Pacific Rim" era una maravilla. Sin embargo, se notaba el mimo con el que se habían cuidado sus apartados visuales, los guiños a ciertas obras orientales y el esmero con el que se habían tratado los recuerdos de determinados personajes.
Buena parte de ello se pierde en el guión de "Pacific Rim: Insurrección", que tan sólo mantiene los sólidos efectos especiales y el humor tontorrón de la cinta original (que conste que esto último no es precisamente un halago). La historia se desarrolla de una forma menos compleja, por no mencionar la nula profundidad de sus personajes.
Esto es algo molesto, ya que resulta difícil empatizar con Jake Pentecost (el héroe del relato). John Boyega, que, por increíble que parezca, también es uno de los productores del filme, lo interpreta con cierto entusiasmo, pero no es suficiente para que nos importe demasiado lo que le suceda.
Que intérpretes tan limitados como Scott Eastwood o Tian Jing sean sus compañeros de reparto, tampoco es que ayude demasiado a incrementar nuestro interés por los personajes (a la única que salvaría del elenco es a Rinko Kikuchi).
No obstante, reconozco que, de los escasos pasajes dramáticos, hay uno que está bastante bien y que se incluye dentro de una de las breves peleas que observamos en la primera parte de la cinta.
Ésta transcurre con ligeros sobresaltos, los suficientes para contentar a los espectadores menos exigentes, que sin duda se quedarán extasiados con la segunda mitad de "Pacific Rim: Insurrección". ¿El motivo? Fácil, se trata de un gran combate final que ocupa casi una hora del metraje de la película.
Lo que se desliza delante de nuestros ojos es acción pura y dura, aconteciendo además a plena luz del día (un claro contraste con respecto a su antecesora, donde la noche nos empapaba con sus tinieblas). Las escenas de destrucción son intensas, cayendo edificios por todos lados en una contienda localizada en plena ciudad de Tokio.
El novato director de "Pacific Rim: Insurrección"
La puesta en escena de "Pacific Rim: Insurrección" es muy funcional, careciendo por completo de originalidad. Su director, Steven S. DeKnight, debuta como realizador cinematográfico con este filme.
Más conocido por sus trabajos como guionista televisivo, anteriormente se ocupó de diversos capítulos de series como "Smallville" o "Daredevil".
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Si la acción principal de la peli se desarrolla a lo largo del día, pues es un punto gigantesco en favor de esta película sobre su antecesora la cual, a pesar de no haber estado para nada mala en su intención,me fastidiaba enormemente todo el tiempo que la msldita noche impidiera ver bien todo lo que está pasando.Por cierto el guión de la serie ya está fallado desde el vamos al intentar hacer creer a las personas que robots gigantes ( y al ser bípedos como los seres humanos tendrían movimientos muy limitados)podrían enfrentar y vencer a criaturas de su mismo tamaño pero con una agilidad infinitamente superior. Es como poner a una persona, pormas buen luchador que sea, a luchar contra un felino de su mismo peso corporal, tipo un puma ,un leopardo de tamaño escepcional o hasta un jaguar (que es más poderoso que los dos anteriores). Físicamente es imposible para el ser humano porque por sus capacidades limitadas no tendrían la mínima oportunidad.