Crítica de "Manchester frente al mar"
El cine independiente está demasiado sobrevalorado, de ahí que afrontara el visionado de "Manchester frente al mar" con no pocos temores. En ocasiones uno puede descubrir pequeñas joyas, pero lo habitual es toparse con títulos que, por razones que se me escapan, reciben excesivas loas por parte de la crítica. Las opiniones positivas van encadenándose y pocos son los que se atreven a disentir de la voz de la mayoría. Porque, si lo haces, terminas siendo un bicho raro.
No escribo semejante introducción porque vaya a despotricar de lo lindo contra "Manchester frente al mar", sino simplemente para decir que no me parece para tanto. Cada año se estrenan decenas de producciones similares a la mencionada, e incluso en la pequeña pantalla no es difícil disfrutar de series dramáticas con una calidad mucho mayor que la de este filme nominado a seis Oscars.
Su argumento se sustenta en una tragedia. Lee es un hombre solitario que vive en Boston, donde trabaja como manitas en unos apartamentos. Su existencia es rutinaria, tal y como se encarga de recalcar el director del filme. Un día recibe una llamada de teléfono: su hermano Joe está en el hospital. Lee viaja hasta Manchester-by-the-Sea (un pueblo de Massachusetts), donde le notifican que Joe ha fallecido a causa de una enfermedad cardíaca que padecía. Es entonces cuando Lee tendrá que decirle lo que ha sucedido a su sobrino Patrick.
Lo bueno y lo malo de "Manchester frente al mar"
A lo largo de la película, la trama se nos narra con diversos flashbacks, unos completamente innecesarios y otros bastante más relevantes a la hora de definir a los personajes (en concreto, pienso en uno que justifica el ensimismado carácter del protagonista). Al respecto, "Manchester frente al mar" resulta a veces demasiado obvia. Bajo mi punto de vista, se nos dan informaciones, tanto del pasado como del presente, que no aportan nada al relato y que aumentan sin necesidad la duración de la cinta (un mal muy extendido en el cine contemporáneo).
Sin embargo, reconozco que los pasajes notables, aquellos que de verdad desnudan el alma de los personajes, poseen una calidad incuestionable. No quiero desvelar nada del argumento, así que sólo mencionaré un par de ellos sin entrar en detalles: la escena de la comisaría y el reencuentro de Lee con la que fuera su esposa.
"Manchester frente al mar" refleja muy bien el sentimiento de culpa que un tragedia puede provocar en un individuo, de qué manera lo marca y cómo le resulta imposible volver a ser el que era. No sólo es que no pueda, sino es que tampoco quiere. La descripción de ese dolor es lo mejor de la película, e incluso me atrevería a calificarla de brillante.
Pero, claro, ¿se precisaban dos horas y cuarto de metraje para contarnos todo esto? Creo que no, y ese es el mayor fallo de esta producción presupuestada en apenas 8 millones y medio de dólares.
Es por ello que el guión de Kenneth Lonergan no me satisface del todo, algo que extendería a su realización, en la que no faltan los lugares comunes del cine independiente (caso de los paisajes que se mantienen en la pantalla más tiempo de lo necesario). Tampoco falta cierta pedantería, tal y como sucede con el uso que se hace en la banda sonora del Adagio de Albinoni. No entiendo por qué el director no confía en el trabajo de la compositora Lesley Barber (que, dicho sea de paso, escribe unos cuantos temas y los repite varias veces a lo largo del filme).
Llega el momento de hablar del reparto. Veamos, al principio, cuando uno contempla el impertérrito rostro de Casey Affleck, lo primero que se le viene a la cabeza es que pretende emular los peores tics de Ben Affleck como actor. Pero no, poco a poco nos percatamos de que su labor va más allá y de que está describiendo el pesar que Lee arrastra desde hace tiempo. Tanto Michelle Williams como Kyle Chandler aprovechan los pocos minutos que tienen en pantalla, mientras que el joven Lucas Hedges realiza una correcta actuación.
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