Crítica de la película "La gran apuesta"
[dropcap]¿[/dropcap]Quién nos lo iba a decir? Adam McKay, el responsable de comedias tan prescindibles como "El reportero: La leyenda de Ron Burgundy" o "Pasado de vueltas" (supongo que ahora muchos las reivindicarán), es el director de "La gran apuesta", una película con ínfulas que ha recibido loas por parte de la crítica y premios de verdadera relevancia. Todo ello ha provocado que muchos espectadores vean este filme con ciertas expectativas, especialmente porque aborda una temática que, de una forma u otra, nos afectó a todos: la crisis financiera que se produjo tras estallar la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos. Por supuesto, cuando este gigantesco país pilla la gripe, otros no tardan en contagiarse.
"La gran apuesta" nos narra todo ello recurriendo a unas personas reales que fueron capaces de percatarse de lo que iba a suceder (en algunos casos sus nombres reales se les cambia por otros). Mi principal problema con el filme es que los retrata como si fueran unos héroes, cuando, bajo mi punto de vista, no dejan de ser unos individuos que quisieron aprovecharse de las debilidades del sistema. En general, sus acciones se sustentan en unos principios y son los buenos frente a los codiciosos bancos, que quieren hacer dinero a toda costa. Lo siento, pero no me lo trago. De hecho, una de las cosas que hace que el filme pierda credibilidad es observar a Ben Rickert, interpretado por Brad Pitt, preocupándose por las consecuencias negativas que la crisis provocará en la economía estadounidense y, por tanto, en sus ciudadanos. Que, sí, Brad, que eres una estrella del cine al que le importa el mundo que le rodea. Ya lo captamos.
En "La gran apuesta", Adam McKay tiene un problema. Así, ha de introducir conceptos económicos que el público no maneja habitualmente en sus vidas cotidianas. ¿Qué es lo que hace para resolver semejante entuerto? Mostrarnos a gente famosa para que nos los expliquen y, por lo tanto, llamar tonto al espectador. Creo que se podrían haber buscado otras soluciones, aunque he de reconocer que se trata de un truco válido para una cinta que aborda una temática seria por medio de elementos principalmente cómicos. A pesar de estas explicaciones, creo que muchos se perderán y que no entenderán estos conceptos. Da igual, lo que interesa es separar a los buenos de los malos. No obstante, creo que se trivializa bastante sobre este asunto.
Desde luego, el descontrol que hubo en aquellos años fue tremendo, y muchos se dedicaron a mirar hacia otro lado cuando existían claros indicios de que se estaba creando una burbuja. Ahora bien, y sé que es algo de lo que resulta incómodo hablar, los ciudadanos de a pie también tenemos culpa de lo acontecido. Aunque hay breves escenas de la película que así lo manifiestan, se obvia el hecho de que mucha gente se dedica a gastar un dinero que no posee. Es decir, la codicia no sólo envuelve a, entre otros, políticos y empresarios, sino también a todos los que se dedican a derrochar sus dólares o, en el caso europeo, sus euros.
Regresando a los aspectos estrictamente cinematográficos de "La gran apuesta", he de reconocer que el filme cuenta con un guión bastante ágil, saltando de unos personajes a otros y consiguiendo que al menos no caigamos en un profundo sueño entre tantas palabrejas técnicas. Más controvertida me parece la realización de Adam McKay, pues me resulta bastante pretenciosa. El cineasta emplea un estilo que a ratos se asemeja al de un documental, lo que a mi parecer es un claro intento de manipular al espectador. Por ejemplo, se incluyen célebres frases de obvia rimbombancia o se entremezclan fugaces planos reales. Se pretende reflejar una autenticidad, cuando yo a esto en realidad lo llamo manipulación.
Lo mejor de la película "La gran apuesta"
Lo que sí merece todo tipo de alabanzas es el portentoso montaje de Hank Corwin, en cuya filmografía, que no es muy extensa, se incluyen diversos títulos de Oliver Stone y Terrence Malick. Asimismo, me encantan los pasajes dramáticos de "La gran apuesta", aquellos que se centran en el lado humano de los personajes. Eso es lo que sucede cuando, por ejemplo, se profundiza en el pasado de Michael Burry o de Mark Baum. Llegados a este punto, es imposible no rendirse ante el buen hacer del reparto. Si tuviera que quedarme con uno de sus integrantes, ése sería Steve Carell. Christian Bale bordea en no pocas ocasiones el límite de la sobreactuación, mientras que la presencia de Ryan Gosling y de Brad Pitt sirve para darle más relumbre a un elenco en el que vemos un montón de rostros conocidos (en papeles secundarios o incluso anecdóticos).
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