Crítica de "Hasta el último hombre"

Una década es lo que hemos tenido que esperar para volver a ver una película dirigida por Mel Gibson. El conocido actor no se halla en uno de los mejores momentos de su carrera, participando en el reparto de títulos comerciales como "Machete kills", "Los mercenarios 3" y "Blood father". Vamos, que desde hace ya unos cuantos años casi todo el mundo lo daba por finiquitado.
Sin embargo, en este tiempo ha conseguido sacar adelante uno de los varios proyectos que estaba preparando como realizador. Me refiero a "Hasta el último hombre", probablemente una de las sorpresas más gratas e inesperadas de finales de 2016. Aunque me satisfacen todos los filmes firmados por Mel Gibson, no esperaba que este trabajo me gustara tanto y, desde luego, aún menos que la crítica lo recibiera con los brazos abiertos.
"Hasta el último hombre" arranca como si de un drama intimista se tratara. Así, observamos a Desmond Doss cuando era un niño, estando su vida marcada por el agresivo comportamiento de su padre (un hombre traumatizado tras su participación en la Primera Guerra Mundial). Ya adulto, tanto Desmond como su hermano deciden alistarse para combatir en la Segunda Guerra Mundial, despertando los temores de sus progenitores.

Durante este tiempo también observamos cómo Desmond se enamora de la preciosa enfermera Dorothy Schutte, mezclándose elementos románticos en la trama. Todo ello se expone de manera agradable, sin cursilerías o petulancias. Da la impresión de que Mel Gibson quiere aproximarse al estilo de las películas clásicas, recuperando una forma de narrar que, en general, no parece muy del gusto de los espectadores actuales.
A continuación llega el momento que a priori tenía toda la pinta de ser el más temible de "Hasta el último hombre": el adiestramiento del protagonista y de sus compañeros de pelotón. Por supuesto que no faltan los lugares comunes, pero merece la pena destacar el buen ritmo de estos fragmentos y el hecho de que se introduce una temática, la objeción de conciencia de Desmond, que dota de una mayor profundidad al relato.
Por fin, la película se adentra en la contienda de Okinawa, momento en el cual Mel Gibson contrapone las violentas y crudas imágenes de la guerra con la obsesión de Desmond por salvar a los soldados heridos en combate. Es curioso cómo en un escenario de tanta brutalidad se reflejan los movimientos de una persona que busca precisamente lo contrario a aquello que le rodea: la vida en lugar de la muerte. Sanar en vez de matar.
El esquema de la cinta es, pues, bastante elemental, pero resulta muy efectivo y su visionado nunca se hace pesado (¡todo lo contrario!). El realizador refleja a la perfección la forma de pensar de Desmond y los instantes en los que se ponen a prueba sus creencias. Pero también nos cuenta con concisión por qué el protagonista abraza de ese modo su fe y qué es lo que le ha marcado durante su existencia.
Las espléndidas actuaciones de "Hasta el último hombre"
Las bondades de "Hasta el último hombre" se extienden a su reparto. Andrew Garfield está brillante dando vida al protagonista de la historia, especialmente en los pasajes dramáticos. Tras el varapalo de tener que desligarse de la franquicia de Spider-Man, en 2016 puede sentirse afortunado, ya que su nombre vuelve a sonar gracias al largometraje de Mel Gibson y a "Silencio", de Martin Scorsese.

De los secundarios me quedaría sin lugar a dudas con Hugo Weaving, quien encarna al padre de Desmond. Mel Gibson huye de los arquetipos y nos lo muestra como un hombre atormentado y de fuerte temperamento que ahoga sus penas en el alcohol. A lo mejor es cosa mía, pero me da la impresión de que hay algo del propio cineasta en este personaje. Por su parte, una estupenda Rachel Griffiths se pone en la piel de la madre de Doss.
Teresa Palmer está encantadora, e incluso Luke Bracey no lo hace nada mal. Aparte de un correcto Sam Worthington, destacaría la labor del otrora insoportable Vince Vaughn (quien últimamente parece haber dejado las comedias a un lado).
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