Crítica de '1917'

Lee mi crítica de 1917 si quieres saber por qué esta película ha recibido tantos premios. ¿De verdad está tan bien dirigida? ¿Es algo más que una cinta bélica? ¿La historia engancha? ¿Los personajes están bien construidos? Sigue leyendo, puesto que respondo a esta y a otras preguntas.

Aunque hay distintos ejemplos de producciones ambientadas en la Primera Guerra Mundial, caso de Senderos de gloria (1957), Gallipoli (1981) o War horse (Caballo de batalla) (2011), lo cierto es que estos títulos no son tan abundantes como los de la Segunda Guerra Mundial (mucho más visitada por el cine).

Sam Mendes, que en su día consiguió todo tipo de loas y premios gracias a largometrajes como American beauty (1999) o Camino a la perdición (2004), es el director de 1917. El responsable de dos de las películas más taquilleras de James Bond disecciona una parte del conflicto bélico y nos presenta un relato en el que la forma cobra un incuestionable protagonismo.

Sinopsis de 1917

A dos jóvenes soldados británicos se les encomienda una complicada misión. Así, han de atravesar territorio enemigo para hacer llegar un mensaje a otro batallón. Si no lo hacen, cientos de sus compatriotas morirán, incluido el hermano de uno de ellos.

Lo mejor de 1917

Varios son los aspectos que destacan de 1917. Por un lado, me encanta su apabullante acabado visual. A través de un encadenado de planos secuencia, la cinta discurre de forma natural y dotando al metraje de un magnífico ritmo.

Además, este recurso nos permite experimentar como propias las vivencias de los protagonistas. Los sentimos más cerca y observamos las cosas desde un punto de vista muy próximo al suyo. Esto ayuda a que las descripciones de los lugares que les rodean sean tan detalladas, algo que ya percibimos en el comienzo de la película, justo cuando observamos las trincheras por las que caminan Schofield y Blake.

La pericia del realizador Sam Mendes a la hora de buscar planos que perduren es increíble. Se nota que se ha esforzado mucho para que la película luzca perfecta y, gracias a ello, algunas de sus escenas se quedarán para el recuerdo de la Historia del Cine. Son, sencillamente, magistrales.

Otros apartados técnicos son también notables, caso de la fotografía, el diseño de producción, el vestuario y los efectos especiales. Desde luego, se han aprovechado muy bien los alrededor de 100 millones de dólares de su presupuesto.

La banda sonora de Thomas Newman es en general minimalista, salvo en momentos muy puntuales (los menos atinados, al menos bajo mi punto de vista). Tan sólo alcanza cotas de gran calidad en el pasaje en el que observamos el inicio de una importante refriega que Schofield ha de sortear.

La labor de los actores George MacKay y Dean-Charles Chapman es realmente buena. El primero lo tiene muy difícil debido a las exigencias físicas de su papel y al hecho de que a veces su personaje se queda absorto en sus pensamientos.

Asimismo, resulta todo un acierto incorporar a reconocidos intérpretes en papeles breves pero trascendentales. Es lo que sucede con las apariciones de, por ejemplo, Colin Firth, Mark Strong, Richard Madden y, sobre todo, Benedict Cumberbatch.

Es verdad que a veces puede parecer que los protagonistas son un poco desangelados y que carecen de emociones, pero esto es así porque están centrados en una misión y quieren cumplirla. No hay tiempo para hablar de cuestiones personales, sólo de sobrevivir.

De hecho, 1917 sí posee sólidos pasajes dramáticos, pero los personajes que los viven saben que tienen que continuar, que hay que seguir adelante. Las heridas están ahí, pero aún no es el momento de exteriorizarlas...

Por supuesto, el filme también invita a la reflexión, y no es difícil sobrecogerse al pensar en las interminables listas de muertos que han provocado las guerras que han acompañado a la humanidad durante el último siglo. A fin de cuentas, Schofield o Blake sólo son un reflejo de los múltiples muchachos cuyas vidas se ven afectadas debido a una cruenta contienda.

Lo peor de 1917

Sin duda, lo que menos me convenció de este largometraje es el abuso que se hace de las situaciones límite. De forma acertada, los guionistas consiguen que siempre suceda algo en la pantalla, pero en ocasiones introducen demasiados elementos que los protagonistas siempre han de esquivar en el último instante.

Esto es algo que se puede aceptar si sucede una única vez, pero, cuando se suman varias tandas de lo mismo, perjudica un poco al conjunto de la obra. Eso sí, que conste que nunca la desmerece...

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